jueves

Saldando deudas I: Los informadores








Cuando me planteé escribir un libro ambientado en algo tan particular como las partidas clandestinas de cartas, comenzó la parte más bonita de todas. Los que me conocéis sabéis que me gustan estos barros.

Para darle credibilidad al asunto no era suficiente con ver unas películas y leer unos cuantos libros. Y si era suficiente, yo no quería hacerlo así. Quería verlo y escucharlo en directo.

Así me enteré de que, al contrario de lo que parece, el juego típico que vemos en las películas, el póker de cinco cerrado (donde todos tienen cinco cartas ocultas) es poco más que un entretenimiento de adolescentes. Las partidas emocionantes, también las que se juegan en las series finales de los campeonatos del mundo, incluso las deportivas que ponen en la Eurosport, se juegan en una variante llamada “Hold´em Texas”. En el libro yo la traduzco como Agárralo Texas, pero no me queda claro que sea la mejor traducción, no tanto lingüísticamente (Miguel podría haberme echado una mano) sino por tradición.

Esta variedad es una variedad abierta, es decir donde parte de las cartas son comunes a todos los jugadores y se colocan boca arriba sobre la mesa. En particular, cada jugador sólo tiene dos cartas y tiene que jugar con otras cinco cartas que se colocan sucesivamente, boca arriba, en cada ronda de apuestas. En esta variedad, los jugadores deben ser máquinas estadísticas porque, también al contrario de lo muestran las películas, la intuición no es lo importante, lo importante es el cálculo de las oportunidades que tienes, o no tienes, de hacer una determinada jugada.

Otra de las emociones añadidas de esta variedad es la forma de apostar. En las partidas potentes, el método de apuestas es el doblaje, es decir para ver la apuesta anterior tienes que poner el doble de su valor. Eso quiere decir que si quiero ver 20, tengo que poner 40 y luego subir lo que desee. Pero el jugador posterior a mí deberá doblar lo que yo pongo y luego subir lo que desee. Es fácil comprender que en un par de rondas puede haber sobre la mesa bastante dinero, y más contando que, en algunas mesas, la ciega o apuesta inicial puede variar desde cien a quinientos euros.

En este aprendizaje conté con varios maestros expertos. El primero fue una persona muy cercana a mí en aquellos momentos que había jugado como semiprofesional. Me contó algunas cosas pero yo le veía incómodo rememorando aquellos tiempos y no le insistí nunca demasiado. El pasado de cada cual es suyo. A él le debo las primeras informaciones de cómo, en Zaragoza, había muchas partidas donde cierta gente jugaba con el dinero de otros a cambio de un porcentaje en las ganancias al final del circuito. A esta persona la llamaré A y, además de amigo, es un verdadero genio.

Muchas gracias A.

Pero cuanto más sabes, más quieres y no quería quemar a un amigo, así que busqué otras personas que pudieran contarme más. Buscando encontré a B y C. Ambos habían sido jugadores profesionales, pero con distinta suerte. B había hecho dinero y ahora trabaja como analista de riesgos en un banco. Pero C tuvo menos suerte y cuando el inversor le abandonó, comenzó a jugar con su dinero hasta que perdió éste, luego perdió a su familia y, finalmente, se perdió él. Ahora está recuperado, tiene una pareja nueva y un trabajo normal. Pero vio el infierno muy de cerca.

B y C no se conocen entre ellos, ambos me pidieron mucha discreción, y les he dado tanta que ni con mi pareja he hablado nunca de esto. Este homenaje es consentido. En el libro he reflejado muchas anécdotas que me contaron y, cuando leyeron el manuscrito, me felicitaron. Están muy orgullosos.

B y C, ambos, yo sí que estoy orgulloso de haberos conocido.

Muchas gracias.


(Imagen: http://www.chw.net/Articulos/Estilo/Poker-Online-200608221591.html)

5 comentarios:

Rocío dijo...

Yo también pienso que las fuentes son importantes y siempre es mejor beber de ellas directamente.
Los que no tenemos ni idea de jugar al pócker, ¿nos perderemos?

Besos

Mario dijo...

Nada, que va... El mejor ejemplo de eso fue Fernando. El editor odia los juegos de cartas, siempre terminamos jugando su mujer y yo. Y lo que dijo que le gustaba era precisamente eso, que a pesar que no tenía ni idea, no solo no se perdía sino que le daban ganas de probar...
(Nunca lo hizo)

Un beso grandísimo.

Virginia Barbancho dijo...

Apasionante ese camino que has recorrido para escribir el libro. Es toda una historia, y además, un gran prólogo... pero, aclárame una cosa... al final aprendiste el oficio de tahúr?

Administrador dijo...

eso es documentarse, sí señor, y lo demás tonterías. U abrazo y gracias por los ánimos. Patro.

Mario dijo...

No, Virginia, fui un alumno pésimo. Los hijos de la calculadora no tenemos capacidad para aprender a ser tahures. No recuerdo ni la tabla del 5, como para aprenderme esas tablas inmensas de jugadas y porcentajes.

Qué menos, Pat Rizia. Qué menos.