miércoles

Recién salido del horno









He subido las cuatro plantas de la casa de Fernando con cierta fluidez. A los editores no les da para tener ascensor. Tengo sobrealiento, no le doy tiempo a ofrecerme una cerveza (las cervezas de casa de Fernando siempre son las mejores, son como el Isostar). Lo abro, huele ocre, a tinta, a papel, a miedo. El olor me es familiar. Huele a niño que le han bajado los pantalones en medio del recreo. Con el tiempo te das cuenta de que lo malo no fue que se rieran de ti los estúpidos que te tiraban pelotillas de papel empleando el bolígrafo Bic como canuto, ni que también se riera esa chica que no dejaba que la acompañases a casa. Lo peor, lo que nunca te perdonaste, es que no te diste cuenta que aquella otra chica, la que saltaba a la comba, la de gafas y coleta, esa, esa no se reía.

Así que cuando se escapa el aire y dan vértigo las 364 páginas en que se ha quedado el bicho, cuando piensas que buena la has hecho, que ahora qué, recuerdo a un amigo irlandés que conocí hace tiempo. Estábamos en un país extraño, lejos de cualquier lugar que se pudiese llamar refugio, el dinero comenzaba a escasear. Me invitó a una cerveza y cuando comencé mi letanía de penas, me paró con un dedo y me explicó que la cerveza Guinness tiene más de doscientos nutrientes. Sus últimas palabras se me quedaron grabadas: Nobody told you the life would be easy, so stop crying, go out there and play hard.

Hace poco, Lara Moreno (¿No os presentado a Lara? Creo que debo una entrada con ciertos agradecimientos), en un bar de Colón, mientras los afiliados del Partido Popular se reunían debajo de la bandera nacional de pico metros cuadrados, me dijo algo parecido, pero esta vez en castellano de Huelva. Está bien que te recuerden de vez en cuando que la pelea continua.

Miro a Fernando. ¿Contento?, pregunta. Asiento. Me conoce. ¿Te preguntas cómo nos va a ir, verdad? Asiento. Señala el sótano. Allí abajo hay una edición entera en cajas. Trago saliva. Y sería la primera vez que siguiese allí dos años más tarde. Sonrío. Le abrazo. Me gustan los albañiles. Queda mucho trabajo por hacer.

4 comentarios:

Rocío dijo...

Me gustan los albañiles. Queda mucho trabajo por hacer.

Y mucha gente por disfrutar de sus casas.

Así que...¡manos a la obra!

Lara dijo...

¡¡¡Ha nacido!!!

Ooooh...

La vi cuando era un fuerte embrión sin encuadernar, ahora tengo ganas de tenerla en las manos.

¡¡Felicidades!!!

Virginia Barbancho dijo...

Me gusta la idea de una edición entera metida en cajas dentro de un sótano, concentrándose como en una bodega...

A ver cuándo se descorcha!!!

Miguel Marqués dijo...

¡Felicidades, otra vez!

Abajo está el monstruo, ve a desencadenarlo.

Y útale, útale: a la rubia displicente y al cabrón de las pelotillas.

¡Yo también tengo ganas de sentirle el peso!